jueves, 14 de diciembre de 2006
jueves, 30 de noviembre de 2006
Tío Julio…
Y a pesar de todo sigo aquí, apretando la pasta de dientes desde el fondo, recogiendo los diarios abandonados de otra gente, golpeando las puertas como actriz de tournées de provincias, llorando cada vez que pienso en un pato lleno de hormigas o en esos golfos del Estrecho de Magallanes donde no entra nadie, nunca; no ajeno a mi realidad de terreno baldío y fondo de cacerola, haciendo todo lo que justamente Tío Julio me sugirió que no hiciera…no sé por qué hoy me acordé de Tío Julio, ¿será porque me acordé de la fecha de mi cumpleaños que por un azar que no busco comprender coincide con el cumpleaños de Juan Ángel y el de Tío Julio a la vez?, ¿o quizás porque siempre acudo a él cuando necesito algún consejo plasmado en algún personaje de esos cuentos que me hacían reír al principio y llorar al final como cuando ella se ahoga en el río?
La verdad es que no lo sé, pero de todas formas reencontrarme con él siempre es una grata sorpresa, aunque lamentablemente pase mucho tiempo antes de llegar a dejar de leer instrucciones para hacer cosas tan simples como dar cuerda a un reloj o subir una escalera (sin equivocarme por supuesto, no es la idea…)
Debe ser porque recaigo, recaigo seguido con cada cosa que hago, pienso o intento, recaigo cada vez que recuerdo…es un asunto que es inherente e inevitable para mí, y al final siempre termino como flor amarilla en un paradero de buses o como el barro después de la rayuela…
domingo, 12 de noviembre de 2006
(Empezar algo necesariamente implica pensar en su final)
Hace tiempo que me venía dando cuenta de que mientras caminaba se me venían a la cabeza un montón de ideas que era incapaz de retener, no digamos grandes ideas, pero sí cosas o más bien respuestas a cosas que por ahí de repente me preguntaba. Alguien por ahí me dijo que me comprara una libreta…pero escribir y caminar al mismo tiempo es sacarse la chucha seguro.
Así que (im)presionado por la necesidad de comunicarme de alguna u otra forma a través de un espacio donde no me gasto la garganta, no necesariamente tengo que mostrar fotos y puedo recolectar en algún momento del día esas cosas que de repente el seso trae a colación, me animé a unirme a la comunidad blog.
No fue fácil, para nada...una hora eligiendo el fondo, las letras, las ideas, una y otra vez...y después lo peor: sentarse a escribir, pero ya está, vamos a ver cómo sale todo esto que es casi como la responsabilidad de tener un reloj y de preocuparse de vez en cuando de qué hora es...